miércoles, 26 de junio de 2013

RECUERDOS DE UNA VIDA

Una tarde con el tenor "GIOVANNI MARTINELLI"
Autor : Roberto Di Nóbile Terré




Serían más o menos las 19 horas. Tarde calurosa en Roma por la que se podía caminar solo después de esa hora. En el local habitual de nuestras reuniones o sea la tienda del anticuario Pietro Petrosemolo, más bohemio que comerciante, éste se encontraba hablando por teléfono cuando yo llegué, mientras sentados y a la espera del final de la conversación se encontraban Fernando De Michelis, otro asistente a las tertulias gran coleccionista de discos de ópera y el bersaglieri Recchia, joven suboficial del cuerpo, estudiante de canto. Por aquello que muchos llaman intuición y yo percepción a través de los iones del espacio, supe instantaneamente que algo fuera de lo normal ocurría o estaba por ocurrir. Ninguno de los dos me dijo nada, pero se notaba un brillo especial en sus ojos. Demasiadas veces estuvimos juntos como para no imaginar algo anormal.
Vuelve Petrosemolo sonriente, feliz, casi como un niño en Día de Reyes Magos. Lucía esa bata de costumbre, de color poco definido por el uso, pero que en algunas partes lo había perdido ya casi del todo y que le servía para cubrirse del polvo que había sobre los muebles. Los otros dos no articularon palabra, pero los gestos con las manos y el interés reflejado en sus rostros, eran demasiado evidentes. Petrosemolo solo dijo - "hecho". Simultaneamente Fernando y Recchia se ponen de pie y entre las exclamaciones de los tres, yo seguía sin enterarme de nada.
"Bueno, me quieren explicar de que se trata....."-ansioso e intrigado, exclamé.
Antes de recibir alguna contestación, Petrosemolo con el dedo indice extendido, como imponiendo una idea, dijo
-"A Roberto también se lo podemos decir". Y yo a todo ésto, seguía sobre ascuas.
Recchia, impaciente por soltarlo, se dirige a mí -"Vamos a ver al tenor Giovanni Martinelli, aprovechando su visita de varios días en Roma. Petrosemolo consiguió una entrevista. "
Me quedé atónito, porque recuerdo la ocasión en que la Besanzoni me dijo -"Tu voz se parece a la de Giovanni Martinelli, un poco dura, brillante y con agudos". Había leído algo sobre este tenor pero no mucho, por esa razón mi interés fue en aumento en la misma medida que aumentaban los comentarios. "No se lo podemos decir a todos" - apuntó Petrosemolo, con esa su voz de bajo profundo que siempre imponía en todas las conversaciones. "Cinco o seis a lo sumo" - agregó - "y naturalmente estos dos que son los que están estudiando"- dijo señalando a Recchia y a mí.
En ese momento Martinelli tenía 75 años. Y surgió la pregunta obligada -"Quien más, agregó De Michelis"- a lo que Petrosemolo sugirió-"Podría ser la pianista.....( y dijo su nombre que lamento no recordar ahora) y el General Menozzi".
Con la noticia me había olvidado de mis obligaciones, tanto de estudio, como la asistencia casi obligatoria a la claque del Teatro Opera. Aunque asistía todos los días de espectáculo, mi entrada en el grupo había sido practicamente pactada, es decir mi asistencia debía ser para estudiar. Y en esto había tenido una participación directa la Besanzoni, la que se ocupó de averiguar quien podría hacerme entrar, ya que se trataba de un grupo limitado. Ella Habló con Bea hermano de su sombrerera, quien a su vez era conocido de Auckner el "capo claque". Y simultaneamente fue el mismo Bea quien me introdujo en el grupo de Petrosemolo.
Esta aclaración surgió a raiz de la mirada que me lanzó Recchia, quien preguntó -¿"No tienes que ir mañana a ver la Boheme"?-"Sí -contesté - pero es una ópera que he visto ya varias veces, es un reparto de secundones, no es una prima"- agregué -"Y además el estudio es mañana por la mañana". Faltaba sólo concretar la hora y el medio de transporte. Fue Petrosemolo quien sugirió el coche de De Michelis y el mío. "Seis y media aquí" -dijo Fernando -"Para estar allí a las siete".

La conversación siguió más o menos por los mismos derroteros, el entusiasmo se reflejaba constantemente en que cualquiera de los argumentos expuestos, siempre nos llevaba a Martinelli. Todos deseábamos conocer finalmente a un divo, aunque yo ya llevaba varios en mi haber. Nació el 22 de Octubre 1885 en Montagnana, Italia y falleció en Nueva York el 2 de Febrero de 1969, o sea nueve años después de haberlo conocido. Fue el mayor de 14 hermanos, su padre Antonio y su madre Lucia Bellini. Los distintos escritos sobre Martinelli nos informan que desde muy joven sintió su inclinación por la música estudiando clarinete, mientras ayudaba a su padre en el oficio de ebanista, como varios de sus trece hermanos.
Ingresó más tarde en la banda militar de Tortona a la vez que comenzaba sus estudios de canto. Gino Monaldi en su libro "Cantanti celebri"(Roma,1926) dice que, "el inicio de su brillante carrera se lo debe al empresario Poli, el que supo descubrir el tesoro que encerraba su garganta y de inmediato comenzó la educación musical en la seguridad de conducir su protegido a la gloria". Gino Monaldi agrega diciendo reconocer "el raro mérito de poder, con sus magníficos medios vocales, responder a las varias exigencias del repertorio tanto lírico como dramático. Y eso es por mérito de una voz robusta, dúctil, espontánea, de un timbre armonioso y expresivo".
Posteriormente en Milán perfeccionó sus estudios con el maestro G. Mandolini y bajo la protección del maestro Tulio Serafín. Su debut teatral, según Paolo Padoan en su libro "Profili di cantanti lirici veneti", (Bologna,1978), "Martinelli debutó en el teatro Dal Verne de Milán, el 3 de Diciembre de 1910, con el "Stabat Mater" de Rossini y luego siguió con"Ernani" de Verdi.
William J. Collins, nos aclara con más detalle, en la revista "The Record Collector" que, "Areste Poli, manager del teatro Dal Verne ofreció al joven tenor su debut para el 10 de Diciembre de 1910 con el "Stabat Mater" de Rossini, acompañando a Celestina Boninsegna, Ladislava Hotkowska, Angelo Riccieri y Giuseppe Sala. Sala no pudo cantar el "Cujus animan" y lo hizo Martinelli. Su debut fue un éxito y tres semanas después, el 29 de Diciembre realizó su primer papel protagónico en "Ernani".
Es interesante reflejar un artículo aparecido hace algunos años, en la revista "Radiocorriere TV", donde la periodista Laura Padellaro lo entrevista y Martinelli detalla lo ocurrido en su debut, "el día del debut en el Dal Verne, con la ópera Ernani, me sucedió de todo, perdí la espada, se me cayó la pluma del sombrero, soltaba gallos a todo poder (nota falsa de cantantes) y yo no me enteraba, si bien el maestro con quien había repasado la partitura, me gritaba desde la boca del apuntador, -¿pero que haces?, yo te disparo, yo te mato...."
El mismo artículo menciona una anécdota del cantante. Daba la impresión de que para El no pasaran los años, vigor físico, vitalidad. Aproximadamente a sus 83 años, recibe una llamada de Seatle en los Estados Unidos, solicitándole su asistencia sobre una Turandot que iban a montar. "Yo voy". El cantante que debía hacer la parte del Emperador Altoun, era un verdadero desastre. Telefonadas tras telefonada, sin resultados. A un cierto punto alguien sugiere, -"Martinelli, ¿porqué no cantas Tú?" "Parecía una broma, pero al fin acepté"
En Milán hizo posteriormente una audición para la Casa Ricordi. Cantó "Cielo e mar" de Gioconda, "Celeste Aida" de Aída y "E lucevan le stelle" de Tosca. Al finalizar la audición y cuando se encendieron las luces de la sala sin que él lo supiera, había hecho una audición para las tres personalidades presentes, Giulio Ricordi, Giacomo Puccini y Arturo Toscanini quienes lo habían elegido para el estreno de la ópera "La fanciulla del West".
Se casó el 7 de Agosto de 1913 con Adele Previtali con la que tuvieron tres hijos, Bettina, Antonio y Giovanna.
Su carrera fue meteórica ya que dos años después de su debut se presentó en el Covent Garden de Londres y un año después en el Metropolitan de Nueva York. Su actividad se prolongó por unos 35 años, si bien como ocurre con muchos cantantes se incluyen sus últimos años, los que dedican a conciertos o actuaciones radiales.
Otro juicio sobre su voz aporta Giacomo Lauri Volpi, en su libro "Voci Parallele", "ragazzone veneto, rubio de abundante cabellera, cordial, poseedor de una voz dura como el diamante y resistente a la fatiga, la que muy pronto se rebeló imitadora del método y de los modos de aquella voz triunfante. Por decenas de años, durante la vida y después de la muerte de Caruso, fue inamovible, siempre ufano y sintiéndose como el pez en el agua, amado y reverenciado. Por lo tanto reales dotes debe haber tenido su voz para que realizara solo esporádicas apariciones en su país. La cercanía de Caruso y su obsesión imitadora le hicieron perder la simplicidad originaria de su emisión. Buscando de reflejar los sonidos oscuros del modelo, Martinelli comenzó a "tubare" e "imbottigliare" las notas, no percatándose que lo que en Caruso era natural, en El se convertía en artificial".
A las siete, más puntuales que un ferrocarril inglés, según decían los antigüos, nos encontrábamos los seis en la puerta del apartamento de Martinelli. El en persona nos abrió y el primero en entrar, será porque realizó el contacto o por ser el más viejo, fue Petrosemolo, detrás la pianista, el General Menozzi, Recchia, yo y Fernando De Michelis, cerrando el desfile. No sé si Don Giovanni habrá reparado en los nombres durante la presentación, pero si fijó su atención, aunque por unos breves segundos, en nosotros dos, cuando Petrosemolo nos presentó como estudiantes de canto. Nos acomodamos mientras Martinelli comenzó a preguntar que deseábamos beber. Y luego vino ese silencio brevísimo, pero que da la impresión de no romperse nunca, donde unos miran las fotografías, otros el techo, mientras otros sonríen sin saber de que ni porqué. El más centrado y tranquilo, imagino que por encontrarse en su casa y ser el divo visitado, fue precisamente Martinelli. Por eso rompo el fuego y pregunto sobre lo único que se me ocurrió en aquel momento, aún hoy tengo la duda de si fuí o no oportuno.
"Tengo en casa el libro de Lauri Volpi, donde hace un paralelo entre Ud. y Mario del Mónaco" -insinué - "Pero también afirma que Ud. intentó imitar a Caruso, ¿está de acuerdo?". Sentí sobre mis dos sienes el cruce de las miradas de mis compañeros de visita, con toda la potencia de un rayo laser. Pero estaba muy seguro de que había conseguido romper el hielo.
"He leído y oído decir muchas cosas, -respondió - pero no se trataba de imitarlo, intentaba ampliar el repertorio precisamente con óperas que interpretaba Caruso. Buscaba un oscurecimiento de mi voz para las óperas que deseaba incluir". La respuesta no daba la impresión de ser realizada a una pregunta indiscreta, como podían interpretar mis compañeros. Fué tranquilo, cordial, agradable, en todo momento fue un señor.
"Ud. es el que estudia canto" -preguntó. "Sí, mi compañero y yo" - contesté, al mismo tiempo que señalaba a Recchia.
"Me dijo que con la Besanzoni" -"Si" -respondí. Y agregó -"Gran mujer" -no dijo gran maestra. Entendí que se refería a lo físico y a lo artístico. Y yo insistí, porque si no lo hacía ahora, corría el riesgo de que no me dejaran preguntar.
"Llevo dos años con Ella y no obstante la extensión de mi voz, no consigo el famoso "passaggio". ¿Cree Ud. que puede deberse al método de enseñanza o a mis cuatro dedos de frente?" -mientras señalaba mi cabeza.
"Lo que ocurre es que muchos maestros, aún entre los célebres, explicaron el sistema de los registros a su manera dando lugar a interpretaciones erróneas que confunden a los alumnos. Generalmente la teoría hoy practicada, suele dividir en dos partes la extensión de la voz. Si tomamos como tipo la del tenor completo cuya gama musical sea de dos octavas, en la primera se recibe la sensación de que el sonido repercute entre el tórax y la faringe; por ésto se le llama "registro de pecho". Dejando las notas centrales para elevarse, entrando en la región de la segunda octava, parece como si toda la caja armónica remontara automaticamente agudizándose, y aún cuando no se desprenda de la influencia toráxica, se establece entonces la sonoridad por encima de la faringe en el seno frontal y hemisferios cerebrales, al producirse en este segundo sector el agudo, se le llame "registro de cabeza". Resumiendo, ese famoso pasaje entre la primera octava y la segunda, debe ser realizado de forma natural, solo oscureciendo un poco las vocales al llegar a las notas mi, fa, o sol, según las características de cada voz. Esto debe ser controlado por el maestro, el que debe poseer cualidades comunicativas, y además conocer la técnica por haberla realizado, lo que le permitirá diferenciar los sonidos buenos de los falsos".
La respuesta fue de manual. Había obtenido lo que buscaba, pero me dejó perplejo.
¿Que hacía Recchia a todo ésto? Su cara reflejaba la atención que había puesto durante el diálogo. Supongo que esperaba su oportunidad de preguntar o hacer algún comentario, pero se adelantó De Michelis abriendo el largo paréntesis sobre los discos. Disponía de una buena colección, de la que en una oportunidad me facilitó un par de ellos para estudio. Manifestó sus gustos, expuso comparaciones, buscó explicaciones. Habló de lo que tenía y de lo que desearía tener. En este plano participaron tanto Petrosemolo, como la pianista y el General.
Luego habló Martinelli de su experiencia cinematográfica donde participó algunos años en una serie de romanzas y canciones. Nos relató la peripecia sufrida en uno de los viajes a Argentina. La idea en principio era de ir por el Pacífico hasta Chile y de allí con el Ferrocarril Trasandino atravesar los Andes, hasta Mendoza de donde seguirían hasta Buenos Aires. Con lo único que no contaron fue con las grandes nevadas que obligaron a suspender las líneas. La travesía tuvieron que hacerla a lomo de mula y con coches.
Aunque no fue tema de conversación ese día, sí creo que debo reflejar cierto detalle sobre los cabellos blancos de Martinelli que relata Eugenio Gara en uno de sus libros, "El se ambientó muy bien en el Metropolitan y entre aquella gente. El tenor de los grandes agudos y los cabellos blancos se hizo en poco tiempo muy popular. Esta cabellera precozmente blanquecina fue el fruto de un susto. En Detroit, después de un concierto en honor de Ford, atraído por un insinuante mensaje femenino, cayó en aquello que tenía visos de ser una emboscada. Ocho o diez brazos lo cogieron, armas desplegadas, una mordaza, y una fuga a través del campo. Pero era todo una broma. Se trataba de falsos gangster, de admiradores suyos que habían pensado festejarlo de esa manera, con esa ocurrencia singular. "la broma es bonita", lo dice el mismo Martinelli, "pero porqué me miran de esa manera? - agregó - que es lo que ha sucedido? - insistió - Fue entonces que uno de los falsos gangster, con corage, buscó un espejo y me lo puso delante, mis cabellos se habían convertido completamente en color blanco".
Sus actuaciones sólo en el Metropolitan de Nueva York, son extraordinarias. "Aida", de Verdi la representó en 123 ocasiones; "Carmen" de Bizet, 74; "Trovatore" de Verdi, 69; "I Pagliacci" de Leoncavallo, 68; "Fausto" de Gounod, 56; "Boheme" de Puccini, 39. Y así con todas las óperas de su repertorio.
Yo según mi buena costumbre, había llevado mi máquina de fotos y se presentó la oportunidad. Fueron seis las obtenidas, hoy en mi archivo, cuatro hice yo, una De Michelis y otra Recchia.

PARA ESCUCHAR:
                                             

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